jueves, 30 de diciembre de 2021

Santo Juan Diego Cuauhtlatoatzin

 

Juan Diego Cuauhtlatoatzin (que significa: Águila que habla o El que habla como águila), un indio humilde,
de la etnia indígena de los chichimecas, nació en torno al año 147 4, en Cuauhtitlán, que en ese tiempo
pertenecía al reino de Texcoco. Juan Diego fue bautizado por los primeros franciscanos,
aproximadamente en 1524. En 1531, Juan Diego era un hombre maduro, como de unos 57 años; edificó
a los demás con su testimonio y su palabra; de hecho, se acercaban a él para que intercediera por las
necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo; ya "que cuanto pedía y rogaba la Señora del cielo, todo
se le concedía".

Juan Diego fue un hombre virtuoso, las semillas de estas virtudes habían sido inculcadas, cuidadas y
protegidas por su ancestral cultura y educación, pero recibieron plenitud cuando Juan Diego tuvo el gran
privilegio de encontrarse con la Madre de Dios, María Santísima de Guadalupe, siendo encomendado a
portar a la cabeza de la Iglesia y al mundo entero el mensaje de unidad, de paz y de amor para todos los
hombres; fue precisamente este encuentro y esta maravillosa misión lo que dio plenitud a cada una de
las hermosas virtudes que estaban en el corazón de este humilde hombre y fueron convertidas en modelo
de virtudes cristianas; Juan Diego fue un hombre humilde y sencillo, obediente y paciente, cimentado en
la fe, de firme esperanza y de gran caridad.

Poco después de haber vivido el importante momento de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, Juan Diego se entregó plenamente al
servicio de Dios y de su Madre, transmitía lo que había visto y oído, y oraba con gran devoción; aunque le apenaba mucho que su casa y pueblo
quedaran distantes de la Ermita. Él quería estar cerca del Santuario para atenderlo todos los días, especialmente barriéndolo, que para los
indígenas era un verdadero honor; como recordaba fray Gerónimo de Mendieta: "A los templos y a todas las cosas consagradas a Dios tienen
mucha reverencia, y se precian los viejos, por muy principales que sean, de barrer las iglesias, guardando la costumbre de sus pasados en tiempos
de su gentilidad, que en barrer los templos mostraban su devoción (aun los mismos señores)."

Juan Diego se acercó a suplicarle al señor Obispo que lo dejara estar en cualquier parte que fuera, junto a las paredes de la Ermita para poder
así servir todo el tiempo posible a la Señora del Cielo. El Obispo, que estimaba mucho a Juan Diego, accedió a su petición y permitió que se le
construyera una casita junto a la Ermita. Viendo su tío Juan Bernardino que su sobrino servía muy bien a Nuestro Señor y a su preciosa Madre,
quería seguirle, para estar juntos; "pero Juan Diego no accedió. Le dijo que convenía que se estuviera en su casa, para conservar las casas y
tierras que sus padres y abuelos les dejaron". Juan Diego manifestó la gran nobleza de corazón y su ferviente caridad cuando su tío estuvo
gravemente enfermo; asimismo Juan Diego manifestó su fe al estar con el corazón alegre, ante las palabras que le dirigió Santa María de
Guadalupe, quien le aseguró que su tío estaba completamente sano; fue un indio de una fuerza religiosa que envolvía toda su vida; que dejó sus
casas y tierras para ir a vivir a una pobre choza, a un lado de la Ermita; a dedicarse completamente al servicio del templo de su amada Niña del
Cielo, la Virgen Santa María de Guadalupe, quien había pedido ese templo para en él ofrecer su consuelo y su amor maternal a todos los hombres
y mujeres. Juan Diego tenía "sus ratos de oración en aquel modo que sabe Dios dar a entender a los que le aman y conforme a la capacidad de
cada uno, ejercitándose en obras de virtud y mortificación."

También se nos refiriere en el Nican motecpana: "A diario se ocupaba en cosas espirituales y barría el templo. Se postraba delante de la Señora
del Cielo y la invocaba con fervor; frecuentemente se confesaba, comulgaba, ayunaba, hacía penitencia, se disciplinaba, se ceñía cilicio de malla
y escondía en la sombra para poder entregarse a solas a la oración y estar invocando a la Señora del cielo." Toda persona que se acercaba a
Juan Diego tuvo la oportunidad de conocer de viva voz los pormenores del Acontecimiento Guadalupano, la manera en que había ocurrido este
encuentro maravilloso y el privilegio de haber sido el mensajero de la Virgen de Guadalupe; como lo indicó el indio Martín de San Luis cuando
rindió su testimonio en 1666: "Todo lo cual lo contó el dicho Diego de Torres Bullón a este testigo con mucha distinción y claridad, que se lo había
dicho y contado el mismo Indio Juan Diego, porque lo comunicaba." Juan Diego se constituyó en un verdadero misionero.

Cuando Juan Diego se casó con María Lucía, quien había muerto dos años antes de las Apariciones, habían escuchado un sermón a fray Toribio
de Benavente en donde se exaltaba la castidad, que era agradable a Dios y a la Virgen Santísima, por lo que los dos decidieron vivirla; se nos
refiere: "Era viudo: dos años antes de que se le apareciera la Inmaculada, murió su mujer, que se llamaba María Lucía. Ambos vivían castamente."
Como también lo testificó el P. Luis Becerra Tanco: "el indio Juan Diego y su mujer María Lucía, guardaron castidad desde que recibieron el agua
del Bautismo Santo, por haber oído a uno de los primeros ministros evangélicos muchos encomios de la pureza y castidad y lo que ama nuestro
Señor a las vírgenes, y esta fama fue constante a los que conocieron y comunicaron mucho tiempo estos dos casados".

Aunque esto no obsta de que Juan Diego haya tenido descendencia, sea antes del bautismo, sea por la línea de algún otro familiar; ya que, por
fuentes históricas sabemos que Juan Diego efectivamente tuvo descendencia; sobre esto, uno de los principales documentos se conserva en el
Archivo del Convento de Corpus Christi en la Ciudad de México, en el cual se declara: "Sor Gertrudis del Señor San José, sus padres caciques
[indios nobles] Don Diego de Torres Vázquez y Da. María de la Ascención de la región di Xochiatlan ( ... ]y tenida por descendiente del dichoso
Juan Diego." Lo importante también es el hecho de que Juan Diego inspiró la búsqueda de la santidad y de la perfección de vida, incluso en medio
de los miembros de su propia familia

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